“Ayuno y Abstención”
Cuando asistí a la escuela primaria católica en la década de 1960, las monjas siempre nos decían que “lo ofreciésemos”. Lo que querían decir era que al hacer pequeños actos de penitencia o sufrir las dificultades sin quejarnos, podríamos ayudar a alguien más que estaba sufriendo. En otras palabras, Dios aceptaría nuestra “ofrenda” y reduciría el sufrimiento de otra persona en consecuencia.
Durante la Cuaresma, la Iglesia nos pide abstenernos de comer carne los viernes y ayunar el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. La tradición de no comer carne los viernes comenzó en el primer siglo. La idea detrás de esto es que, dado que Jesús sacrificó su carne por nuestros pecados un viernes, sacrificaríamos al no comer carne de ningún animal ese día de la semana. Reconocemos y mostramos aprecio por el sacrificio de Jesús haciendo un pequeño sacrificio a cambio.
Los casos de ayuno de alimentos y bebidas se pueden encontrar en toda la Biblia. En el Antiguo Testamento, el ayuno generalmente se realizaba para mostrar el arrepentimiento por las malas acciones y la intención de cambiar la forma de vida de uno. En el Nuevo Testamento, Jesús ayunó en el desierto como medio de purificarse y fortalecerse para su próxima misión. También les dice a los apóstoles que no pudieron curar a una persona poseída por un espíritu inmundo porque “ese género solo sale con la oración y el ayuno”.
El ayuno y la abstinencia no son simplemente requisitos desagradables que nos impone la Iglesia. Son formas poderosas y efectivas de someter nuestra carne y energizar nuestro espíritu. Son un medio para mostrar aprecio por el don desinteresado y amoroso de la redención realizado por Jesús en la cruz. También son algo que se puede “ofrecer” para disminuir el sufrimiento de otro.
Quedan dos semanas de Cuaresma. Abracemos el ayuno y la abstinencia durante estas dos semanas con el mismo amor y devoción con que Jesús abrazó la cruz por cada uno de nosotros.
No responses yet