Hoy celebramos el Quinto Domingo del Tiempo Ordinario. La lectura del Evangelio de Mateo (5:13-16) continúa en el Sermón de la Montaña. Hablando a sus discípulos, Nuestro Señor los describió como la sal de la tierra y la luz del mundo. Las imágenes de sal y luz serían familiares para los lectores del Antiguo Testamento, en el que la sal se asocia con varios de los pactos de Dios y la luz simboliza la verdad de Dios.
Nosotros, los cristianos, estamos llamados a ser sal, a sazonar y preservar el mundo con la paz y la palabra amable hacia todos, especialmente hacia los incrédulos. Nosotros también estamos llamados a ser luz, a dar a conocer la Verdad en Jesucristo proclamando el Evangelio de palabra y obra. Esta es la voluntad de Dios de traer a todas las naciones, a todas las personas, a Su reino.
El pasado jueves, la Iglesia celebró la Fiesta de la Presentación del Señor, también conocida como Candelaria. Esta celebración conmemora el día en que José y María llevaron al niño Jesús a Jerusalén, donde fue consagrado a Dios. Allí, el profeta Simeón recordó las palabras de Isaías, llamando al Niño Jesús, “…luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel”.
Durante siglos, los católicos traían velas a la iglesia en la Candelaria para ser bendecidas. Aunque la mayoría de la gente se ha pasado a las bombillas ahora, una cosa permanece sin cambios. El mundo todavía tiene hambre de la Luz de Cristo. ¿Serás tú quien lo deje brillar en ti?
El Catecismo nos enseña:
1695 “Justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios”, “santificados… [y] llamados a ser santos”, los cristianos se han convertido en templo del Espíritu Santo. Este “Espíritu del Hijo” les enseña a orar al Padre y, habiéndose convertido en su vida, les impulsa a actuar para dar “el fruto del Espíritu” por la caridad en la acción. Sanando las heridas del pecado, el Espíritu Santo nos renueva interiormente a través de una transformación espiritual. Él nos ilumina y fortalece para vivir como “hijos de la luz” a través de “todo lo que es bueno, justo y verdadero”.
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