Reflexiones semanales del 3 de abril de 2022

Con motivo del quinto domingo de Cuaresma, el Evangelio de hoy (Jn 8, 1-11) relata la historia de la mujer sorprendida en adulterio. En Jerusalén, varios fariseos y funcionarios del templo intentaron atrapar a Jesús en Su discurso. Llevando una mujer acusada de adulterio a Nuestro Señor, le pidieron su opinión sobre su castigo.

La ley judía y la ley romana no estaban de acuerdo sobre la administración de la pena capital, y así era como los fariseos esperaban atrapar a Jesús. Si Cristo hubiera ordenado a la multitud que matara al adúltero, se habría enfrentado al gobierno romano, que prohibía a cualquier otra persona ejecutar a los criminales. Pero si Jesús hubiera aplicado la Ley Romana, habría sido expuesto como un hipócrita y falso profeta entre los judíos.

Cristo evita la trampa por completo. Inesperadamente para los fariseos, Jesús se aparta del tema del castigo y les devuelve la pregunta. Ordenando a los sin pecado dentro de la multitud que tiren la primera piedra, de repente, se dan cuenta de lo que está en juego y se van. Dejado allí solo con la mujer, Jesús la perdona y le dice que no peque más.

En esta historia, vemos la misericordia de Dios en acción. Es una manifestación de un pasaje que se encuentra anteriormente en el Evangelio de Juan. Cristo no vino a condenarnos, sino a salvarnos del pecado. Mientras estemos respirando, Nuestro Señor está obrando para llevarnos a la gloria de Su reino. Esta Cuaresma, aprovecha para encontrarte con Él en el camino. En la oración, en las Escrituras y en los sacramentos, Él nos está esperando.

1037 Dios no predestina a nadie para ir al infierno; para esto es necesario un alejamiento voluntario de Dios (pecado mortal), y perseverar en él hasta el final. En la liturgia eucarística y en las oraciones diarias de sus fieles, la Iglesia implora la misericordia de Dios, que no quiere que “ninguno perezca, sino que todos lleguen al arrepentimiento”:

Padre, acepta esta ofrenda

de toda tu familia.

Danos tu paz en esta vida,

sálvanos de la condenación final,

y cuéntanos entre los que has elegido.