Reflexiones semanales del 9 de Abril de 2023

Reflexión de Pascua

La última vez que escribí una reflexión para la Pascua fue en 2020, la primera Pascua de la pandemia de COVID-19. Ese año, la vida era completamente diferente de la norma. Hubo miedo y soledad para muchos de nosotros. Pero también hubo abundancia de tiempo. Los días pasaron más lento. Tuvimos que quedarnos. Adoptamos nuevos pasatiempos. Llamamos a amigos y familiares. Tuvimos fiestas por Zoom. Probamos entrantes de masa madre. Dimos más paseos. Hicimos tantas cosas tan diferentes que nuestro mundo literalmente comenzó a cambiar. Los animales comenzaron a florecer de nuevo. El agua corría más clara. Nuestros cielos quedaron tan libres de contaminación que podíamos ver montañas y estrellas desde nuestras ciudades. Esos meses encerrados nos dieron una ventana para ver cómo podría ser nuestro mundo.

Pero cuando se eliminó el bloqueo, muchas cosas volvieron a ser como antes lo más rápido posible. No hubo conversaciones sobre cómo podríamos mantener esos cambios que eran positivos o cómo podríamos imaginar un nuevo tipo de vida para nosotros y nuestro mundo. Simplemente seguimos adelante.

Hoy es Pascua. Y similar a la pandemia, la primera Pascua fue un cambio de juego. Hizo que los seguidores de Jesús se detuvieran y reconsideraran lo que habían estado haciendo. Para algunos, puede haber confirmado su creencia en Jesús como Mesías. Para otros, la noticia de la resurrección puede haber sido la primera vez que realmente entendieron Su divinidad. Pero a diferencia de nosotros, no había vuelta atrás para estas personas. Lo que presenciaron y escucharon fue tan transformador que no pudieron volver a ser como antes. No podían simplemente seguir adelante. Tuvieron que vivir de manera diferente y como resultado, cambió el mundo.

Las acciones de aquellos primeros discípulos nos dejan hoy un desafío: ¿Dejarás que la Pascua transforme tu vida para siempre?

Permanentemente. Envía un poco de escalofríos por nuestras espinas dorsales. La permanente nos asusta. No hay vuelta atrás cuando las cosas son permanentes. Pero hay un cambio duradero. Y esa es la meta de Jesús, entonces y ahora. En su vida y en su muerte, nos mostró cómo el amor hace toda la diferencia y nos llama a vivir nuestras vidas como la realización de ese amor, dejando que nos transforme a nosotros ya todo lo que nos rodea.

Lo sorprendente de la transformación es que puede comenzar con un simple paso. Durante el encierro, nos quedamos adentro y vimos una serie de cosas que surgieron de ese simple cambio. Aceptar el desafío de una transformación de Pascua puede ser de la misma manera. Encuentra tu única cosa, esa única cosa que hará que tu vida esté más alineada con el amor de Jesús. Luego, elige comprometerte con él. Porque cuando lo hacemos, no solo vemos cómo puede ser nuestro mundo, sino que comenzamos a hacer de ese mundo nuestra realidad.

– Erin Perkins

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