Reflexiones Semanales del 4 de Septiembre de 2022

En la lectura del Evangelio de este domingo (Lc 14, 25-33), Jesús habló sobre el costo del discipulado. Nuestro Señor se dirigió a una multitud, diciéndoles repetidamente que debían amar a Dios por encima de todo, incluso de la familia y de la vida misma. La vida es sagrada; y la familia es sagrada; pero Dios es la prioridad más alta.

Entonces, ¿qué significa esto para nosotros hoy? Jesús está diciendo que Él quiere que nos entreguemos totalmente a Él. Seguir a Nuestro Señor como discípulos requiere un compromiso serio de tiempo, talento, tesoro… es decir, entregarse plenamente. Así los fieles podemos traer el reino de los cielos a la tierra día a día, tarea a tarea, oración a oración.

Esto no quiere decir que debamos vender nuestras posesiones y vivir como nómadas. En pocas palabras, debemos hacer de Jesucristo nuestra prioridad. Hoy y por el resto de nuestras vidas, Él nos pide que lo elijamos por encima de las distracciones, los placeres y la vanidad del mundo.

Preguntémonos qué es lo que más valoramos en la vida. ¿Podemos dar 20 minutos para rezar el Rosario, una de las oraciones más poderosas que podemos ofrecer? ¿Vamos a misa todos los domingos para recibir el don salvador que Jesús nos dio en la Eucaristía? ¿Compartimos nuestra fe con amigos y familiares, especialmente con nuestros jóvenes, para que puedan ver el bien que Nuestro Señor hace a través de nosotros? ¿Agradecemos a Dios por todo lo que nos ha dado?

Sí, a veces parece mucho pedir. Pero Jesús nos ama con todo lo que tiene. Devolvámosle ese amor.

El Catecismo nos enseña:

2544 Jesús ordena a sus discípulos que lo prefieran a todo ya todos, y les invita a “renunciar a todo lo que [tienen]” por él y por el Evangelio. Poco antes de su pasión les dio el ejemplo de la pobre viuda de Jerusalén que, de su pobreza, dio todo lo que tenía para vivir. El precepto del desprendimiento de las riquezas es obligatorio para entrar en el Reino de los cielos.