Fe en acción
Se han escrito muchas palabras que nos recuerdan que nuestra fe debe ser activa. St. James, en su carta bíblica, retóricamente nos hace a cada uno de nosotros la pregunta muy contundente: “¿Quieres pruebas, ignorantes, de que la fe sin obras es inútil?” Desde entonces, la iglesia ha seguido recordándonos que una fe que no llega al mundo para realizar actos de caridad es algo muy seco y muerto.
Pero hoy me gustaría pensar en la otra cara de la “fe en acción”; ¿Existe el peligro de poner demasiado énfasis en la acción y demasiado poco en la fe? Los evangelistas dan testimonio de que, antes de salir a predicar la buena nueva, Jesús siempre se iba solo a orar. Todas las acciones de nuestro Señor estuvieron impregnadas de oración y enfocadas con láser en el cumplimiento de la voluntad del Padre.
¿Es posible que nuestras acciones bien intencionadas se desprendan de nuestra fe? Todo lo que Cristo hizo, cada milagro que realizó, cada palabra que pronunció, estuvo dirigido a la proclamación del Reino de Dios, el llamado al arrepentimiento y la difusión del evangelio. Si nuestros actos de bondad no están igualmente dirigidos a la verdad, podemos correr el riesgo de invertir nuestras prioridades, de modo que las obras se conviertan en el objetivo final y la fe se convierta en una herramienta conveniente para lograr ese objetivo. Corremos el riesgo de elevar a la primacía los actos corporales, mundanos, y de empujar la voluntad del Padre a un mero papel de apoyo.
Hay otros peligros si dejamos escapar la conexión entre nuestras acciones y nuestra fe. Parece obvio que nuestro amor a Cristo debe guiar nuestros esfuerzos para alimentar a los pobres, albergar a los desamparados, visitar a los presos; pero ¿qué pasa con nuestras acciones más mundanas: la forma en que tratamos a los miembros de nuestra familia, los medios que elegimos consumir o nuestro compromiso con personas cuyas opiniones difieren de las nuestras? ¿No deberían esas acciones también ser unidas a nuestra fe?
Mientras reflexionamos sobre cómo nuestra fe y nuestras acciones se relacionan en todos los aspectos de nuestras vidas, detengámonos nuevamente en el modelo que Cristo ha establecido para nosotros, que todas nuestras obras deben ser precedidas e impulsadas por una profunda vida de oración.
-Bill Merlock
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