Reflexiones para el 8/10/23

Otoño y fe – Por Bill Merlock

Los días son cada vez más cortos, las hojas empiezan a cambiar de color y aparentemente todos los productos en los estantes de las tiendas tienen una variedad de “especias de calabaza de edición limitada”: ¡todas señales de que el otoño ha llegado!

El otoño es la época de la cosecha en la que todo el trabajo realizado en el campo durante la primavera y el verano da sus frutos. Y al pensar en esto, podemos reflexionar sobre dos requisitos fundamentales necesarios para garantizar que esta cosecha sea abundante.

En primer lugar, por supuesto, están las cosas que proporciona la naturaleza. Sin tierra cultivable, abundante luz solar y abundante lluvia, la tierra no podría volverse productiva.

No menos importante es el arduo trabajo del agricultor. Sin el trabajo del agricultor, ni siquiera el suelo más fértil puede alcanzar su recompensa potencial. Quizás unas pocas personas podrían vivir de frutas y bayas silvestres, pero alimentar al mundo requiere trabajo duro desde el amanecer hasta el anochecer durante todo el verano. El rendimiento de la tierra sólo puede alcanzar su potencial cuando el agricultor coopera con la naturaleza, transformando los regalos presentes en su entorno en productos para alimentar a las masas.

¿Qué tipo de significado podemos encontrar en esta parábola de la vida real que Dios nos ha presentado, este ejemplo tangible de cómo debemos construir nuestra vida espiritual?

Como el agricultor, no podemos hacer nada sin la gracia inmerecida que nos otorga Dios, su amor y misericordia infinitos y, especialmente, la gracia redentora merecida por Cristo en Su pasión, muerte y resurrección. Podríamos sentirnos tentados a creer que podemos ganarnos el cielo siendo una persona suficientemente buena; pero cuando reflexionamos sobre la cosecha de otoño, ¿vemos la necesidad de la “buena tierra” de la gracia de Dios, sin la cual no estamos más que plantando semillas en el Sahara, donde no se pueden producir buenos frutos?

También podríamos sentirnos tentados a depender enteramente de Dios, a pensar que nuestra fe es suficiente, que Dios puede llevar la carga y que nosotros simplemente estamos en el camino. Pero si no cooperamos con Su gracia, si no trabajamos en Sus campos, ¿qué pasará con Su cosecha? ¿Es ese el límite de nuestra vida espiritual o estamos llamados a algo más grande?

Mientras disfrutamos de la belleza de los colores del otoño y las celebraciones de las mareas otoñales, ¡continuemos reflexionando sobre nuestra necesidad de la gracia de Dios en nuestras vidas y nuestro llamado a cooperar con Su gracia para producir una abundante cosecha espiritual!