Del Escritorio del Diácono para el 11 de Septiembre de 2022

Queridos Amigos:

Hoy en nuestro Evangelio de Lucas 15:1-32 escuchamos la famosa historia del Hijo Pródigo. Es la historia de un padre que tiene dos hijos. El hijo menor le pide inmediatamente a su padre su herencia. El padre, siendo un hombre amable y gentil, hace los arreglos para que el niño reciba su herencia. El hijo luego lo desperdicia todo en una tierra extranjera. Consigue un trabajo cuidando cerdos en una granja vecina. De repente se da cuenta de que estaría mejor trabajando para su padre en casa.

Su padre extrañaba a su hijo y todos los días miraba los campos esperando que su hijo volviera a casa. Un día su hijo apareció a lo lejos y el padre ordenó que le hicieran un gran banquete. Cuando el niño llegó, le dijo a su padre: “He pecado contra ti y contra Dios y ya no merezco ningún trato especial”. El padre no quiso saber nada de esto y ordenó que lo vistieran con una túnica fina, le dieran joyas y un par de sandalias para sus pies. Su padre lo perdonó por todo lo que hizo.

El hijo mayor estaba en el campo y al acercarse a la casa escuchó el banquete. Le preguntó a un sirviente qué estaba pasando. El sirviente dijo que tu hermano ha regresado y tu padre le ha dado una fiesta. El hermano mayor se enfadó mucho y se negó a entrar en la casa. Su padre salió y le suplicó que perdonara a su hermano. El hijo mayor dijo: “He estado contigo todos estos años, nunca te desobedecí. ¿Ahora tu hijo que desperdició todo ha vuelto y le das una fiesta?

Estoy seguro de que ya te diste cuenta de que el padre en la historia es Dios. El hijo menor acude a su padre sin pedir nada más que perdón. Admite su pecado y su padre lo perdona. Hay un gran gozo en el corazón de Dios cada vez que un pecador regresa a él.

El hijo mayor y el hijo menor somos nosotros. A veces acudimos a Dios para pedirle que nos perdone por nuestra pecaminosidad. A veces estamos llenos de odio y venganza exigiendo que un pecador sea severamente castigado. A veces venimos a Dios tan celosos de nuestros hermanos o hermanas que nos enfermamos.

Hay mucho que pensar en esta lectura. Es una historia de celos, venganza y perdón amoroso. ¿Qué personaje interpretas en tu propia vida? ¿Eres el padre que perdona, el hijo celoso o el niño que cometió un error y pidió ser perdonado?

Creo que hemos sido los tres en un momento u otro. Esforcémonos por ser como el padre que ofrece perdón, bondad y mansedumbre. ¡Esforcémonos también por ser como el hijo menor que pide perdón a los que hemos herido!

¡Paz y Todo Bien!

Diácono Jim